París volvió a marcar el compás con una mezcla de teatralidad medida, sensualidad inteligente y técnica al desnudo. Entre Dior, Louis Vuitton, Saint Laurent, Schiaparelli, Mugler y compañía, la ciudad ordenó el relato de la temporada.

1) Reinicios con tesis (Dior)
La llegada de Jonathan Anderson a Dior impuso borrón y cuenta nueva: una colección de corte claro y mensaje rotundo que barre el pasado para reescribir códigos. París abrió la conversación con un gesto de autor y una sastrería precisa que pone la idea por encima del adorno.




2) Interiores a la vista (Louis Vuitton)
Nicolas Ghesquière llevó el vestirse a solas al escenario: lounge pieces, pantalones tipo “sweatpants” elevados y una dramaturgia íntima que celebra la excentricidad privada. Una banda sonora y una puesta “doméstica” reforzaron ese mirar hacia dentro.




3) Oscuridad performativa (Schiaparelli)
“Dancer in the Dark”: un tríptico cromático (negro/blanco/carmesí), sastrería afilada y transparencias de alto voltaje. El show en el Centre Pompidou encuadró el hard chic de Roseberry y empujó el “naked dress” hacia una sensualidad escultórica.




4) Showgirl cerebral (Mugler)
Debut y viraje: Mugler exploró el glamour de vedette con precisión casi anatómica —corsetería, hombros tensos, brillo táctico— y un guion que equilibra archivo y presente. París convirtió el exceso en método.




5) Utilitarismo sensual (Saint Laurent)
Anthony Vaccarello fijó una silueta sobria y poderosa: trenchs vinilo, outerwear pesado, líneas limpias que afinan el cuerpo y un retorno calculado al dramatismo nocturno. París en clave de cuero y control.




6) Sexiness con ingenieríal (Tom Ford)
La casa afinó un glamour estratégico: líneas depuradas, brillo táctil y una sensualidad que se apoya en construcción precisa más que en exhibición. Siluetas largas, piel con intención y un pulso nocturno que devuelve al deseo su vocabulario técnico.




7) Brutalismo couture (Balenciaga)
París en clave Balenciaga: monocromo tenso, hombros afilados, volúmenes que esculpen el aire y un dramatismo sobrio que oscila entre lo urbano y lo ceremonial. La colección reafirma el método de la casa: rigor, ironía y arquitecturapuestos al servicio del gesto.




París no gritó: midió. De la intimidad como espectáculo al cuerpo como arquitectura, SS26 depuró la emoción hasta dejarla en forma.